ME vayan desalojando la mula y el buey del Belén. Que lo ha dicho el jefe de escenografía. Confesión de última hora, dos mil y algún años después. Que no, que no había ni mula ni buey. Que resulta que una de las pocas partes de la película de la que nadie dudaba era trola. Y como le pasó a Plutón, que bajó a segunda división de la liga profesional de planetas; o a la Che y la Elle, a las que la RAE les cambió el título de Miss letras por el premio de Miss simpatía, ahora va Ratzinger, también llamado Benedicto XVI, y nos revela que lo de los animalicos acompañando al niño Jesús era un cuento, que nadie lo dijo. Que ya ve usted cómo son los vendedores de belenes, peores que los que hacen las cartillas de cupones de los periódicos, que para ampliar el coleccionable se inventaron dos figuras más y llevamos tropecientos años cometiendo sacrilegio y dándoles papeles de secundarios. Que lo del caganer catalán se veía venir, pero lo de la mula que había ayudado al traslado de la virgen María y el buey que daba calorcito al recién nacido y ayudaba a que la composición quedara más chula en la plaza Gipuzkoa ha sido un golpe bajo. A ver quién le explica ahora a los niños que este año los únicos animalitos del Belén son los patos apoyados en el papel albal y alguna oveja descarriada del pastor. Ah, bueno, y los camellos, que esos sí han conseguido que les renueven esta temporada. Pero el buey y la mula se tienen que dar el piro. Ah, eso sí, el resto de la historia, incluyendo el nacimiento virginal, dice Benedicto XVI que "no es un mito, sino una verdad".
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