Hay dos posturas típicas en la vida. Una responde al vividor sin escrúpulos, a ese que quiere bloquear y taponar su conciencia. Dice: "Para los espabilados está el mundo", y también: "A vivir que son dos días". La otra postura típica es la de los que se dejan llevar por una corriente establecida por otros. Quieren actuar con responsabilidad y con cierta ética, pero no quieren esforzarse en tratar de comprender el sentido de la vida. Si nos planteamos que todo depende de la suerte al nacer, ¿cómo podríamos comprender la Justicia del universo? Visto desde otro ángulo, si el ser humano, que es tan limitado en general, tiene una mente tan compleja y tan capacitada, ¿acaso la mente que ha diseñado este universo no será mil millones de millones de veces más capacitada y perfecta que la nuestra? Hemos aprendido a valorar mucho el aspecto del plano material, sea la salud del cuerpo físico, sea el dinero. Y las dos cosas son buenas y necesarias. Pero hoy en día, pagar esa exageración de dinero a un buen deportista es un error grave, porque estamos dejando en segundo lugar lo que ahora más requiere de aprendizaje en el ser humano: todo lo relacionado con el aspecto emocional, mental reflexivo y mental psíquico. Hoy en día se valora la mente sólo en el aspecto de que nos sirva para ganar dinero y para buscar soluciones sociales desde el plano material. Al resto del enfoque del ser humano, ¡ya le pueden dar mucha morcilla! La vida solamente puede tener sentido pleno tal como la explico yo, vamos creciendo muy despacio en nuestras capacidades mentales y éticas vida tras vida. Y en último objetivo hemos de ir creciendo en eso que los verdaderos místicos han llamado la virtud. La virtud es el poso que va quedando en nuestra alma o espíritu conforme vamos experimentando a lo largo de miles o millones de vidas. ¿Habría algún problema, para el creador de la vida, para que nuestros espíritus hubiesen habitado en planetas que ya están muertos o desparecidos? Un espíritu no necesita de un cohete espacial, hay que tener muy claro eso.