LA forma que tenemos para identificar a cualquier persona es llamarla por su nombre. Para ello, basta con tener un nombre, un solo nombre, porque ¿se identificaría a alguien que se llame indistintamente Arantzazu, Ane Miren o Ángela, según el capricho del día o la persona que lo mencione? Difícilmente. Sin embargo, cuando se trata del nombre de este país, esta discordancia siquiera se cuestiona.
Es evidente que, para identificarse, las personas o los países van por la vida con un solo nombre. Necesitan ser nombrados de una forma. Para que cualquier país, así como cualquier persona, empresa, organización o ciudad sea reconocido, es conveniente poder nombrarlo de una sola forma. Solo necesita un nombre, un único nombre. Aunque a veces sean nombrados de una forma en la esfera privada y de otra, en la esfera pública; o se llamen, de una manera concreta a sí mismos, y de otra, por los demás.
Este nombre muchas de las veces es idéntico en todos los idiomas, otras veces varía según el idioma que lo define. Argentina, Brasil, Francia, Portugal, por ejemplo, son parecidos en todos los idiomas, mientras que Holanda y Alemania varían según la lengua que los nombra.
Cuando un país es grande o fuerte, esta distorsión no genera un gran problema, la gente lo aprende rápido y lo asimila convenientemente. Sin embargo, cuando un país es pequeño o muy pequeño, tiene la necesidad de concentrar lo más posible sus acepciones, a fin de que su fuerza, substancialmente más pequeña, reafirme su identidad para lograr un rápido reconocimiento.
En este sentido, se puede traer a colación la teoría de la focalización, que habla de concentrar el foco lo más posible, o la del vector dominante, o la del valor esencial. Todas coinciden en aglutinar la fuerza en un único punto.
En la imagen de marca del País de los Vascos es también interesante acercarse a esta forma de funcionar. En cuanto que más concentrado, más fuerza alcanzará en todos los sentidos, tema que en esta época de globalización, donde la interrelación de los países es continua y constante, alcanza plena vigencia.
Por eso, una de las grandes aportaciones que la comunicación puede hacer a un país es ayudar a centrar su fuerza en puntos, factores o valores focalizados y desarrollar una adecuada marca País. Un tema que el País de los Vascos necesita afrontarlo, comenzando por su mismo nombre.
Porque, si se pregunta a cualquiera de los vascos cómo se llama su País, se obtendrá una amplia paleta de opciones: Vasconia, País Vasco, Euskadi, Euzkadi, Comunidad Autónoma Vasca-CAV, Comunidad Autónoma del País Vasco-CAPV, Euskal Herria, Pays Basque, Basque Country, Paesi Baschi.
Sin duda, una bonita relación de nombres, muy romántica, pero poco eficiente para identificar y situar a un país en el panorama internacional.
Alguien podrá objetar que no le parece un gran problema, porque son variaciones de un mismo significado. Esta objeción puede ser contestada volviendo al símil de los nombres de personas. Si a una persona que se llama Iñaki, alguien le requiere como Ignacio o Iñigo, que son nombres equivalentes a Iñaki, lo normal es que no se sienta aludida, porque sin duda no responden al sonido por el que se identifica y atiende.
Ocurre también que, si se hiciera un somero sondeo sobre el nombre más adecuado, se obtendrían respuestas variopintas como: "yo solo le llamo Euskal Herria", "pues a mí me gusta Vasconia", "la patria vasca es Euskadi", "es que Euzkadi es un neologismo que inventó Sabino Arana", "los navarros sabemos que Euskadi no es cosa nuestra, no nos incluye". ¿En qué quedamos? ¿Verdad que existe un problema?
Un problema que viene de antiguo, como se advierte con sólo revisar los primeros testimonios escritos en que se menciona a los vascos. Basta consultar de forma fácil algunas entradas de Wikipedia donde, además de encontrar bibliografía adecuada, se describen las menciones primeras del País de los Vascos, he aquí tres direcciones: http://bit.ly/HkPptf; http://bit.ly/Ic9Gi4; y/o http://bit.ly/HAO0YX.
Entre las citas más antiguas relativas a los vascos se encuentran la de Tito Livio, que habla de Vasconum ager; la de Plinio, otro historiador romano, que habla de Saltus Vasconum; o el geógrafo griego Estrabón, que en griego clásico escribe , que se leería los ouáskones.
Desde que estos primeros historiadores, de formación greco-latina, al citar al País de los vascos utilizaran dos formas diferentes, aunque parecidas, para nombrar a sus gentes -"vascones" y "ouáskones"- se ha llegado al abanico de opciones del siglo XXI con la amplia lista de acepciones antes citada.
Por todo ello, es importante reconsiderar este asunto del nombre. El campo de la comunicación, con el concurso de cuantas otras especialidades sea necesario, puede hacer una valiosísima aportación a este país, tratando de centrar su nombre. Lo ideal sería un solo y único nombre. Si no, que sea coincidente o próximo en todos los idiomas.
Aunque su búsqueda resulte algo incómoda y costosa, este puede ser un buen momento para abrir un debate sereno y amplio. Comenzar este camino no parece tan difícil. En primer lugar, hay que asumir la existencia del problema y aunar voluntades con mente abierta. Es precisa una condición necesaria e indispensable: estar estar dispuesto a superar sentimientos e ideología y trabajar de un modo integrador.