Han pasado los denominados 100 días de gracia que se dan a los gobernantes cuando acceden a los nuevos cargos. Un tiempo más que prudencial para hacerse con las riendas de las instituciones y tomar decisiones. En el caso de Gipuzkoa, el denominador común en los gobiernos de Bildu tanto en la Diputación como en los diferentes ayuntamientos, especialmente en el de Donostia-San Sebastián (que no Donostia a secas), ha sido la indecisión en los proyectos estratégicos y decisorios para la provincia: gestión de residuos, movilidad, políticas sociales y de empleo?

Y la indecisión es la peor decisión. Bildu se presentó libre de polvo y paja, inmaculado, con una campaña gratuita y victimista, pero sin un proyecto claro, sin un programa negro sobre blanco. Y el resultado es el que se debía esperar: la parálisis por inacción. Bildu ha sido un buñuelo perfectamente redondo y tostadito por fuera pero lleno de aire por dentro, demostrando que era la imagen vacía de algo -gestión y buen hacer- que no existe.

La única decisión que han adoptado es la de la inasistencia a actos como el del Basque Culinary Center, ejemplo de una sociedad que busca en la innovación, la creatividad y en sus valores esenciales salidas para la generación de riqueza, empleo e identidad en un mercado cada vez más competitivo y en continuo cambio.

En definitiva, Bildu está deteniendo con una mano el pasado y con la otra el futuro, quedándose crucificado en un presente sin sentido y "facilón", en el que la pérdida del tiempo a la hora de tomar decisiones puede enterrar el porvenir de la provincia y de sus ciudadanos.

Bildu no puede vender transparencia, cuando no se es auténtico, y la autenticidad es también reconocer los errores, decir que no se sabe -hacer- y evolucionar de las soflamas populistas y cómodas a la gestión responsable y decisoria.