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Interferencias

Cuando suceden tragedias con una aparente raíz política, como el atentado de Oslo, necesito, pretendo entender, y rastreo periódicos en busca de indicios que a mí se me pasan por alto. Siempre pienso que en estas catástrofes, tan propicias a los lugares comunes, es cuando los medios, las personas, reivindican el espacio desde el que hablan, su lenguaje único. A media tarde había poca información y escaso margen para diferenciarse, pero el pánico en la capital noruega era la segunda noticia más leída de la edición digital de El Mundo. No obstante, a su audiencia le inquietaba más El affaire de Marc Anthony, y ocupaban puestos destacados Paula Vázquez posa en biquini y ataca a In Touch, Bikinis -tema recurrente- para nalgas reales y A puñetazo limpio en la Copa América. En la misma sintonía, en El País el titular que más interés había concitado era No dormimos juntos por cuestiones prácticas. No tengo nada que decir sobre frivolidades y su poder balsámico, pero me apena que taponen otras cuestiones. En un pequeño urgente, solo en algunos diarios, anoche se informaba de que había sido liberada la recién nombrada ministra para la Mujer en Somalia, Asha Osman Aquil, que ni siquiera llegó a aceptar el cargo. Probablemente eso le ha salvado su vida. Sus captores, la milicia Al Shabaab, vinculada con Al Qaeda, son aficionados a las lapidaciones y consideran que la hambruna de Somalia es "propaganda política". Las injusticias del mundo se conectan pero hay demasiadas interferencias para que las captemos.