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Euskera en libertad, a pesar de López

Ante el nuevo Consejo Vasco del Euskera, en su primera reunión tras casi dos años de retraso, Patxi López vinculó el fin de la violencia con la normalización cultural vasca, una perversión que recuerda a discursos del pasado

SIEMPRE ha constituido una tentación para las fuerzas constitucionalistas confundir los términos dentro del debate sobre la cultura vasca y mezclar euskera con nacionalismo ante el convencimiento de que los elementos que reforzaban la identidad colectiva podían legitimar "peligrosas" reivindicaciones políticas. De ahí que, ante semejantes prejuicios y en contra de lo que ocurre en otros entornos como el catalán, la defensa del idioma haya estado exclusivamente en manos de sectores nacionalistas y hayan sido excepción los políticos vascoparlantes que fueran capaces de compaginar la defensa de la normalización del euskera con su españolidad. Tampoco habría que obviar que la dramática existencia de una organización violenta que dice defender la identidad de Euskal Herria ha hecho un flaco favor a la lucha por la normalización del euskera hasta el punto de que, en boca de algunos políticos y en la mente de otros muchos, la lengua vasca, las ikastolas, los movimientos sociales en pro del euskera y la violencia no son más que piezas de un mismo puzle. El tema no es de ahora. Hace más de veinte años, unas polémicas declaraciones de la entonces parlamentaria socialista Ana Ariz -"de las ikastolas salen los futuros jóvenes que participan en las manifestaciones de Herri Batasuna en las que se grita ¡Gora ETA militarra! y ¡Mátalos!"- terminaron en los tribunales aunque la representante del PSE fue absuelta de un delito de calumnias al considerar que había ejercido su derecho a la "crítica política". De aquellos barros, estos lodos. En la reunión del nuevo Consejo Asesor del Euskera que tuvo lugar ayer tras casi dos años paralizado, Patxi López se adentró en el mismo fango al vincular la tan manida "normalización" política con la práctica del euskera "en libertad". La desaparición de la violencia, según el lehendakari, "abrirá nuevos caminos y facilitará las cosas a la actividad cultural vasca" y "unirá definitivamente el euskera con la libertad". Solo una mezcla de perversión ideológica, frivolidad y desconocimiento de la realidad -y del idioma- de su propio país puede dar como resultado una afirmación de semejante gravedad. Veinte años después, y con todo lo que ha llovido desde entonces, el discurso del socialismo vasco parece no haberse movido de aquellos viejos prejuicios que equiparaban la cultura euskaldun con el terrorismo. Lamentable pero real.