En el artículo sobre ETA que publicó recientemente en este diario, respeta desde la otra orilla. Pero la verdad suele tener distintos matices. En una foto en blanco y negro, ni todo es blanco, ni todo es negro, suele haber tonos grises.
Usted es de Gesto por la Paz. La paz, esa palabra tan corta pero tan significativa para el género humano y su existencia. Tiene raíces muy difíciles de conseguir. La primera, y muy buena, es una buena Justicia. ¿De dónde nace una buena Justicia? De un buen reparto de la riqueza del país, repartido en bienestar de los ciudadanos. De ahí sale la paz y el orden.
En un país, aunque sea pobre, si no se reparte la riqueza, no habrá paz. Si se reparte la riqueza, habrá paz y felicidad. Ejemplo: las tribus que lo reparten todo.
En una parte de su artículo dice: "ETA sigue vulnerando nuestros derechos básicos y fundamentales. No podemos callar o transigir ante algo que muchas personas de esta sociedad nuestra dan por concluido, por amortizado o por finiquitado. No. Es lógico sentir ganas de dejar atrás tanto dolor. Es realmente duro seguir movilizándonos por algo tan básico, pero no podemos flaquear". En este último párrafo tiene razón, me identifico con su análisis. Pero esto es repetitivo, ya ha ocurrido antes con otra ideología parecida a la de ETA. Por una parte, en el encabezamiento de su escrito, cita unas frases de un filósofo americano, Noam Chomsky, que más o menos dice así: cuando un bruto no consigue con las palabras y el diálogo lo que quiere, recurre a la fuerza "e impone su ley". Eso es lo que hizo Franco en el 36 y se cargó la democracia. Y ahora, ¿qué tenemos? ¿Hubiera nacido ETA si hubiéramos tenido una democracia? De ahí arrancan todos los males democráticos, políticos, sociales, de coexistencia y morales.