CUANDO me enteré de que tiraba el cohete de inicio de las fiestas de Villava-Atarrabia, el pueblo de origen de mi familia en el que he vivido los últimos 30 años, sentí una emoción especial. Iba a ser la guinda perfecta a esos años, a mi actividad personal y política. Una fiesta en la que deseaba estar rodeado de la gente que quiero, y pasarlo bien.
Reconozco que intenté preparar ese momento con mimo, con cariño, de manera especial, incluso escribí un artículo que titulé Dedicado a… en el que transmitía esas sensaciones y citaba a personas que se han cruzado por mi vida en ese lugar. Por cierto, ahí estaban algunas de Batasuna, alguna como un antiguo compañero de Corporación ahora imputado en el caso Udalbiltza y nadie, nadie, me dijo ni una sola palabra sobre esas citas. Quizá si hubiera sabido que recordar a alguien relacionado con Batasuna puede ser motivo de expulsión del partido en el que milito, me habría ahorrado estos momentos amargos.
Lo que sí me trasladaron, y juro que aún no acabo de entenderlo, es que no podía invitar a nadie de ese entorno aunque pudiera tener la condición de amigo. ¿En qué especie de locura estamos metidos para que esto pueda ocurrir? ¿Uno no puede discrepar profundamente de ciertas posiciones políticas y al mismo tiempo ser amigos? Con la aclaración de que sólo invito a quienes tengo la absoluta convicción de que están radicalmente en contra del uso de la violencia como instrumento político. No estaba de acuerdo pero, como fue una orden de mis superiores políticos, la acaté y anulé esa invitación. Eso y sólo eso se me ordenó, y eso con una inmensa pena cumplí disciplinadamente, y lo puedo demostrar. Aunque dejo aquí abierto el debate sobre estos hechos.
Posteriormente y fruto de la emotividad en la que estaba inmerso, hice una reflexión sobre una pregunta que me habían hecho diversos medios de comunicación: ¿en quién pensarás en lo personal y político en el momento de lanzar el cohete? Y (maldito sea el momento en el que se me ocurrió) lancé un escrito citando a mi hijo y mi hermano fallecido en lo personal, y políticos diversos que por su actualidad y relación me venían a la mente. Odón Elorza, Montse Tura, Tomás Gómez, Patxi Zabaleta y el innombrable: Otegi. ¿Por qué lo cité? Porque en los últimos años he dedicado una parte importante de mi esfuerzo en acabar con esta locura de la violencia que ya dura demasiados años. Por cierto, y algún día lo escribiré, jugándome el pellejo y realizando gestiones complejas en esa dirección.
Estoy a favor de que esto acabe a través del diálogo y la negociación, sin vencedores ni vencidos, para que jamás vuelva a ocurrir, y para que las víctimas de ambas orillas puedan restañar sus heridas con tranquilidad. Lo llevo defendiendo muchos años, en momentos muchos más duros que el actual, lo he pensado y lo he dicho, porque también defiendo la libertad de expresión, incluso en el seno de unos partidos que aún tienen pendiente su revolución interna.
¿Decir eso es motivo de expulsión? Decirlo, por cierto, como reflexión personal previa al acto institucional en el que no cité a Otegi, ni a nadie que no fuera la ciudadanía de Villava-Atarrabia, más una referencia a valores que reivindicaba: felicidad, audacia, imaginación, diálogo, generosidad, como camino hacia la paz. Generosidad que, por cierto, después no fueron capaces de aplicarme. ¿Por eso me pueden expulsar?
Pero lo lamentable vino después. La manipulación de estos hechos, las verdades a medias que conducen a la mentira, la agresión verbal, los insultos, la humillación pública, creo que no me las merezco, ni por mi actuación ahora ni por mi historia en el pasado. Es injusto, profundamente injusto, e inmoral, profundamente inmoral. Me han puesto ante una sociedad engañada como un muñeco de feria al que se puede lanzar todo tipo de objetos. Y digo alto y claro: ¡basta ya! Hasta aquí hemos llegado.
Digo sociedad engañada porque, ¿quién que no estuviera presente en el acto de lanzamiento del cohete piensa que no cité a Otegi en ningún momento? Nadie. Yo tampoco lo pensaría al leer todo que se ha escrito. Pero la verdad, la verdad es que así fue: no cité a Otegi durante todo el acto institucional de lanzamiento del cohete de las fiestas de Villava. En ese acto en el que estaba como concejal del PSN. Pero digo más, ni siquiera lo tenía pensado hacer, y la prueba es que llevaba escrito lo que iba a decir (que preparé unos minutos antes) y fue lo que dije.
Es probable que escribir esto sea contraproducente para el expediente que dicen me han abierto (digo dicen porque aún no me ha llegado), pero necesito desahogarme, y lo hago en mi espacio de libertad, mi querido blog, consciente de que vivimos una época que alguien dijo era una segunda Edad Media en la que ejercer la libertad se paga, afortunadamente no con la muerte como en la primera.
Os juro amigas y amigos que ésta es la verdad. Creo que no existe ningún motivo para expulsarme de un partido en el que me he dejado la piel a tiras, en el que por cierto he sido víctima del acoso del entorno de ETA, por defender sus ideas en un pueblo tan duro como Villava.
Me parece injusto, injusto e inmoral lo que están haciendo, y me defenderé hasta el final porque creo que no sólo puedo sino que debo seguir afiliado al Partido Socialista. Porque creo que los que piensan como yo son ahora más necesarios que nunca, y si no estuviéramos en su interior deberían inventarnos. Un compañero me dijo en cierta ocasión que somos una especie en vías de extinción a la que se debería proteger.
En fin, espero que la verdad, la justicia y la sensatez se impongan y que dentro de unos meses recuerde esto como un mal sueño.