Agur Ben-Hur
EN esta vida, casi casi todo tiene que ver con las expectativas. Ese resbaladizo terreno en el que nos jugamos el tipo sorteando el abismo que hay entre lo imaginado y lo real. Debatiéndonos entre la esperanza y los hechos. Hay desengaños amorosos, como los hay en el trabajo, en la amistad, en la política y hasta en la compra de una casa. Fuimos con toda la ilusión a por el tema y ¡zas!, el amigo nos traiciona, el viaje fue un desastre y ni la falda nos queda tan bien como en la tienda. O cosas mucho más serias como me engañaron con aquel trabajo o el amoroso compañero terminó siendo un maltratador. Hay otros que salen mejor de lo previsto, como cuando gastas menos de lo calculado en vacaciones o como cuando la tele que pagaste cuatro duros termina durando una eternidad. Pues es en ese terreno de las expectativas en el que se mueven, si se han dado cuenta, los sesudos análisis políticos que vienen leyendo sobre la tregua de ETA. Siempre podrá decirse que lo imaginado será más ajustado a la realidad con información cercana a la cosa, pero a partir de ahí, se abre la veda de la botella medio llena. Por ahí andan quienes van diciendo que el tema no va a funcionar y parecen estar esperando el fracaso por aquello de lanzar convenientemente el ya te lo dije que tanto jode. A quienes dicen que la cosa va para adelante y no hay marcha atrás se les mira casi con candidez, esperanza y una pizca de sospecha. Yo, por mi parte, prefiero leer estos comunicados de los chicos de la capucha a otras que hacen temblar. Pero preferiría mucho más si esto fuera definitivo, caput, c" est fini, finito, bukatu da, agur Ben-Hur...