La retirada de contingente militar estadounidense de la antigua Mesopotamia vuelve a revivir los fantasmas de una violencia intestina que sólo pudo ser contenida bajo la pesada losa de la represión baafista. La distancia de estos parajes nos hacen sentir a salvo de divisiones tan desgarradoramente profundas como irracionales.
Desde los tiempos de la República Árabe Unida hasta las manifestaciones en Teherán, no ha habido ningún proyecto de Estado oriental capaz de aglutinar de forma incruenta, credos y razas diferentes; ni tan siquiera la naciente Autoridad Nacional Palestina se ha visto libre de estas refriegas. Liberalismo, socialismo o rigorismo religioso han sido incapaces de conciliar intereses dispares al sur del Mediterráneo. ¿Y nosotros, somos diferentes? La extraña pero afortunada paz de 50 años en que vivimos nos ha hecho olvidar las guerras civiles y nacionales que tan frecuentes eran en épocas pasadas. Medio siglo de apacible homogeneidad se ha visto súbitamente golpeada por el fenómeno de la globalización. Ésta ha servido para proyectar el individuo económico al mundo, pero ha descuidado las reglas fundamentales de la vida en común, de la democracia incluso.
Hemos aparcado los principios fundamentales para vender más coches, refrescos y camisetas a un mundo cuya prioridad no era esa en absoluto. Ahora nos encontramos compartiendo un espacio común con grupos que no están en necesaria sintonía con nuestros valores. Deportaciones en Francia o vallas en Norteamérica recuerdan a esa clase de tensiones que con tanta perplejidad hemos visto en Beirut o Jerusalén, y que tan pronto olvidamos en Yugoslavia. Es decir, la incapacidad generalizada para aglutinar a conjuntos diversos bajo un proyecto de civilización estable, algo que ya comprobamos con el fenómeno del antisemitismo. Esa misma y dramática miopía que tantas veces hemos señalado en el campo musulmán, por ejemplo, toca suavemente a nuestra puerta sin encontrar ninguna respuesta definitiva.
Aunque nos estremezcamos por la retirada militar en Irak o Afganistán, la violencia sectaria responde a patrones nada circunstanciales: un malestar social eterno, que hace girar la Historia a un precio excesivamente alto. Habrá que estar atentos.
Si el objetivo de la encuesta es establecer unos diagnósticos que permitan conocer los problemas, acordando o proponiendo que se acuerden las soluciones dirigidas a resolverlos, el cuestionario que se propone contestar resulta no adecuado y deficitario.
Las 21 preguntas que se formulan bajo el titular de Expectativas sobre la Administración de Justicia son generalistas de las que será imposible obtener conclusiones que posibiliten soluciones adecuadas.
Por la puerta de un juzgado pasan magistrados, jueces, fiscales, secretarios de juzgado, profesionales técnicos, personal funcionario, personal contratado, profesionales del ejercicio del derecho y ciudadanos y, sin embargo, en ninguna de las preguntas se puede identificar expresamente ninguno de esos colectivos, por lo que al responderlas, en ningún caso, se puede responder sobre las actuaciones o formas de proceder y actuar de los magistrados, jueces, fiscales, secretarios de juzgado?
Difícilmente se podrán constatar los problemas que aprecian los profesionales del Derecho y, en consecuencia, resultará imposible obtener conclusiones de la encuesta que sirvan para que en el futuro se adopten soluciones.
Que en la Administración de Justicia existen problemas, se constata día a día por el ciudadano, por eso, como en un centro hospitalario se deben analizar las posibles causas que provoquen la aparición de los problemas, analizando todas las áreas y a todos los que participan en esa Administración de Justicia.
Conocer la opinión de los profesionales que ejercen el Derecho sobre todo lo que se puede entender como Administración de Justicia es tan importante como conocer la opinión de todos los demás que también participan en ella, lo que desde luego no se puede deducir del cuestionario remitido.
No se aborda la verdadera problemática en la que se desenvuelve la Administración de Justicia, saber como actúan y se comportan los profesionales del Derecho, sus cualidades o defectos, sus capacidades o problemas que surgen por la acumulación de trabajo? ¿Qué sentido tiene la encuesta y, sobre todo, cuál es el objetivo real de la misma?
J. Mª Uranga