El tándem de Portugalete
En 2011, un año antes de la conmemoración del quinto centenario de la conquista de Navarra, se va a producir, si nadie lo remedia, la victoria en los comicios forales de Yolanda Barcina, hecho que le aupará a la presidencia del Gobierno de Navarra. Serán, como no podría ser de otra manera, unas elecciones limpias, transparentes, en la que cada navarro podrá votar libremente al partido o agrupación política que consiga presentarse a las mismas. Asistiremos, por primera vez en la historia, a la sesión de investidura de una mujer candidata para presidir el Gobierno de nuestro Reyno. Su nombramiento, si nos atenemos a la tradición navarra, casi podría constituir un contrafuero: sería la primera persona no natural de este Reyno que podría llegar a ostentar la máxima representación de Navarra. Porque la persona que, presumiblemente, se va a sentar durante los próximos cuatro años en el sillón presidencial del Palacio de Navarra es oriunda del señorío de Vizcaya, de los alrededores de Bilbao, de la margen izquierda del Nervión, concretamente de la noble villa de Portugalete. Una portugaluja de toda la vida. Como el lehendakari López.
En el ya cercano 2011, en el que no sé si se va a dar alguna especial confluencia de astros, vamos a vivir algo no tanto histórico como insólito, que puede dar mucho que hablar, y es que se va a producir la particularísima e irrepetible circunstancia de que dos personas del mismo pueblo van a presidir, respectivamente, la Comunidad Autónoma Vasca y Navarra. Y el hecho de que sean paisanos los que van a dirigir los destinos de dos Comunidades Autónomas supuestamente diferentes, nos hace intuir que esas dos comunidades no son otra cosa que partes de un mismo puzzle. Un puzzle que se llama Euskal Herria.
Barcina y López, López y Barcina, pueden ser las dos caras de la misma moneda. Van a serlo. Tiempo al tiempo. Cuando vayan a Madrid a esas pomposas cumbres de presidentes autonómicos, los dos aparecerán juntos en la foto, sonrientes, parecerán marido y mujer, todos sabrán que son del mismo pueblo, sin pretenderlo Euskadi y Navarra quedarán asimiladas, y nada podrá evitar la sensación de que algo está repetido. Algo sobra.
Como cualquier otro político, Barcina tiene adeptos y detractores. Aquí, en Navarra, los últimos son numerosos y se alegrarían de un hipotético fracaso de la portugaluja. La tachan de burgalesa, cuando nació allí casualmente al ser el destino docente de su madre, obviando que ésta pertenece a la familia Barandiaran, que cuenta con ilustres nombres como el Aita Barandiaran, famoso antropólogo. También cuenta Barcina con enemigos dentro de su partido. En UPN no son pocos los que la ven como esa forastera que quiere quitarles el pan del morral, a ellos, a los navarreros de toda la vida, a los naturales del Reyno. Eso sí, no pueden menos que reconocer que Yolanda tiene gancho, suma votos y su inteligencia y capacidad de liderazgo son activos valiosos en un partido en el que campa el aldeanismo y la ordinariez.
Los detractores de Barcina la tachan de déspota y de neutralizar a sus adversarios políticos. Tal vez haya algo de cierto en esas críticas hacia su persona, pero sería conveniente que empezasen por reconocer, haciendo por un momento abstracción de sus ideas políticas, su inteligencia, valía y capacidad, que la diferencian notoriamente de la mayoría de los políticos navarros. Nos caiga bien o mal, no podemos negar su capacidad para liderar no sólo un partido político, no sólo una alcaldía, sino también un Gobierno autonómico. O incluso una nación. Barcina tiene capacidad y ambición, para eso y mucho más.
Barcina no se va a conformar con ser presidenta de Navarra. Va a ir más allá. Le gusta ir más allá. Y puede. Tiene agallas. Siguiendo una estudiada estrategia, la niña de Portugalete, una vez conseguido el acceso a la Presidencia del Gobierno navarro, emprenderá un descarado acercamiento institucional hacia la vecina Comunidad Vasca. Su primer objetivo será establecer una alianza con el lehendakari López, con el que comparte una visión no nacionalista de la realidad, alianza que se traducirá en una estrecha colaboración en todos los ámbitos: cultural, económico, medioambiental e institucional, alianza que irá afianzándose hasta que vaya madurando la idea de una federación de ambas comunidades autónomas, o incluso una fusión, para regocijo de los partidarios de la unión de todo el país vasconavarro. ¿Queríais Barcina? Pues tomad Barcina hasta que os hartéis. Los navarreros se van a arrepentir de haberla incluido en su partido. Incluso de haberla conocido.
Barcina seducirá a su paisano López presentándole un sofisticado plan que busque y potencie las sinergias de ambas comunidades. Yolanda va a vender al lehendakari la idea de que Euskadi más Navarra va a dar un resultado muy superior a la mera suma aritmética. La motivación va a ser sólo económica. Ir separados es antieconómico. Unidas constituirían una de las regiones más pujantes de Europa. Euskadi y Navarra son dos regiones tan complementarias que están pidiendo a gritos unirse. Es absurdo que por problemas políticos o emocionales no estén unidas. Y esa unión va producir, entre otros beneficios, el ansiado equilibrio que necesita esta zona. Barcina le va a proponer al lehendakari formar una única región en la que se potencien las competencias de las cuatro Haciendas Forales. Una región fuerte con una economía envidiable.
Barcina le va a proponer a López que Euskadi comience a remar en la misma dirección que Navarra. Le va a sugerir que se ponga en cabeza a tirar de ese tándem en el que están montados los dos. El lehendakari debe proponer a los vascos, a sabiendas de que la mayoría considera a los navarros como pertenecientes a la gran familia vasca, un futuro marco político y económico en el que se incluya a Navarra. Ese marco no sólo debe estar desprovisto de cualquier tinte nacionalista, sino que debe servir como réplica al marco soberanista que proponen los abertzales.
Mientras, Barcina intentará convencer a los navarros de que es bueno y saludable un acercamiento a la Comunidad Vasca y que la unión nos hará más fuertes económicamente. Barcina conoce bien los puntos fuertes y débiles de los navarros. No se les debe forzar. Hay que dejarles ser lo que son. Ellos nunca van a salir de su casa para vivir en otra. Pero siempre tendrán la puerta de su casa abierta para recibir a amigos y parientes. Barcina -quién iba a pensarlo- buscará la manera más adecuada de acercar a vascos y navarros. De juntarlos.
Mujer ambiciosa, utilizará a su paisano López para tirar del carro y ver cumplidos sus sueños. No parará hasta coronarse como reina de todos los territorios que se extienden desde las Encartaciones hasta las Bardenas. Barcina será encumbrada y reinará en todo su esplendor, y el culto a su persona alcanzará niveles nunca antes sospechados en su villa de Portugalete. Porque todo profeta busca ser profeta en su tierra. El asalto al Gobierno de Navarra, sólo es un paso más, hacia el Gobierno de toda Euskal Herria. Porque Barcina no sólo quiere reinar en Navarra, sino que también quiere coronarse como señora de Vizcaya.