He leído con interés la colaboración de José Ignacio Alberdi Egaña, que hace una apología suprema de la figura de San Ignacio de Loyola, con motivo de la celebración de los 400 años de su nombramiento como patrono de Azpeitia. Yo también soy devoto de San Ignacio pero no hay por qué ocultar que hay dos Ignacios de Loyola. El de antes y después de la conversión. El P. Ignacio Cacho tiene escrita una obra extraordinaria al respecto y quien quiera conocer la verdadera historia a ella le remito.
Sin embargo, lo que más me ha llamado la atención es que el Sr. Alberdi Egaña cuela de rondón, a la entrada de su escrito, la conmemoración de otra efemérides, para refrescar la memoria de los azpeitiarras: los 700 años de la concesión de la Carta Puebla a la villa por parte del rey Fernando IV de Castilla, de extensa biografía.
Pues bien, si Fernando IV de Castilla tuvo tal privilegio no fue por méritos propios, sino porque arrebató a "sangre y fuego" al Reino de Navarra (Sancho VII El Fuerte) en el siglo XIII (año 1.200) los actuales territorios de Bizkaia, Gipuzkoa y Araba. Los intentos de asimilar, normalizar, civilizar, etc... a los vascos, a España, naturalmente utilizando todos los medios que permite el "estado de derecho" vienen de muy lejos. Ahora han encontrado unos alumnos muy aventajados en el PPSOE.
Suele decir Néstor Basterretxea que sin memoria histórica no somos nada. ¡Qué gran verdad! Ahí tenemos la batalla casi perdida, porque hemos perdido conciencia de lo que significa la pérdida de la "memoria histórica". Afortunadamente, hay una nueva generación de historiadores, navarros principalmente, (Tomás Urzainqui, Pedro Esarte, etc.) que están haciendo un trabajo excelente.
El Sr. Alberdi Egaña debería tomar buena nota de ello.
Torpeza porque la práctica totalidad de esos centros perciben subvenciones del erario público, subvenciones que les podrían ayudar a superar ese fracaso escolar al que se refiere, a no ser que ese dinero se emplee en otras actividades para el que no está destinado, algo que confiamos que no sea así. Pero también es una torpeza porque está echando piedras sobre su propio tejado, pues como bien debería saber, en nuestra provincia existen numerosos colegios que dependen de las diferentes congregaciones religiosas de las que el señor Munilla es su último responsable, de manera que si el sistema educativo está fracasando alguna responsabilidad tendrá el señor Munilla, ¿o no?
Por otra parte, y en lo que al desconocimiento del sistema educativo se refiere, quiero recordarle a este señor que mientras en la etapa de la II República se ofertó educación para todos los ciudadanos, se fomentó la coeducación, se mejoró en la formación de los maestros, se elaboró un nuevo plan de estudios para acceder al Magisterio, se dotó al sistema de centros más modernos, de mayor número de profesores, programas, contenidos, métodos, etc., con la llegada de la dictadura franquista se vuelve ideológicamente a las cavernas (Educación XXI, n º 11, p 86). ¿Sabe el señor Munilla en manos de quién estuvo la enseñanza del Estado español en tiempos de la dictadura? ¿Conoce este señor cuántos maestros ejercían la profesión en los centros religiosos sin el título de Magisterio? ¿Se ha preocupado en informarse sobre los Planes de Estudios que se impartían en esta etapa de la que le estoy hablando? ¿Cuántas horas se dedicaban a las prácticas de enseñanza? ¿Y a las ciencias? ¿Y a las letras? ¿Y a la pedagogía? ¿Y a otras disciplinas entre las que se encontraban asignaturas como religión y moral, catecismo, doctrina cristiana o historia sagrada?
Señor Munilla, por favor, deje de juzgar continuamente a la sociedad y júzguense ustedes a sí mismos, que bastante tienen.