Tuvo la extraña ocurrencia de perder la tarjeta de crédito en Nueva York, pues un hombre destarjetado es en las más ricas naciones un paria, un sin patria, un no-hombre, como quien pierde el documento de identidad. Los papeles, la burocracia, los controles del Estado, eso es lo que importa. ¿Las personas? Una romántica idea del pasado. Era domingo pero había que llamar a las oficinas. Allí empezó su penitencia. Había pecado, porque era financieramente un indocumentado. Una máquina con muchas opciones conectaba con otras opciones y otra voz mecánica llevaba a una nueva, y así durante largos minutos, durante una hora, perdido en un laberinto de opciones, y todo para acabar en el departamento equivocado.

Volver a empezar y acabar exhausto reclamando el tiempo robado por los estúpidos aparatos. Las empresas ahora no necesitan seres humanos, pues son despreciables y cuestan dinero. Se acercó luego a la universidad donde estaba acogido y le dieron los códigos para trabajar por Internet. Varias horas después, seguían sin funcionar los sistemas. Visitó a los expertos informáticos una vez pasados varios laberintos de máquinas y departamentos donde nadie se hacía cargo de nada. Semanas después de acudir a varios brujos digitales, descubrieron que toda esa complicación se debía al intento de EEUU para controlar las descargas ilegales, las copias que todo el mundo hace de músicas, cine y programas. Si los demás países imitan esa locura se hundirán también en la miseria. El mundo pirata parece así mucho mejor que el imperio, sus cibermazmorras y sus máquinas parlantes.

Como os podréis suponer, España se negó rotundamente a conceder la autonomía.

Evidentemente, la próxima vez los cubanos tenían claro lo que querían, nada de medias tintas. Independencia y punto. La libertad es el estado natural de las cosas, al igual que libres venimos al mundo. Entre 1868 y 1878 fracasó Cuba en su primer intento de independencia.

Tras la paz de Zanjón, el general español Martínez Campos faltó a su palabra (¿os suena esto?) de promover reformas legales para cambiar el estatus de la isla. En 1895 estalló la Segunda Guerra de la Independencia, perdiendo España definitivamente la isla en 1898. Hoy, en el siglo XXI, Euskadi y Catalunya están obligadas a tener un enfrentamiento democrático institucional con España. Catalunya tiene 1.000 años de historia y el pueblo vasco es el más antiguo de Europa. ¿Pero a quién tenemos que pedir permiso para decidir nuestro futuro? O despertamos, o el tsunami uniformizador de la Roja nos absorberá en un mundo globalizado. La independencia es la única vacuna para sobrevivir ante un mundo globalizado.

Es hora de desmontar este estado de mentira de las "autonomías", donde hace 30 años creo que pecaron un poco de pardillos los dirigentes vasco-catalanes, aunque también entiendo aquel difícil momento posfranquista.

Visça Euskadi! Gora Catalunya!