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¿Capitalidad cultural?

el gobierno municipal, aparte de las consabidas declaraciones altisonantes y la recogida de bienintencionadas adhesiones, no parece que haya tomado ni una sola medida real para cumplir con las premisas que establece la Unión Europea para lograr la Capitalidad Europea de la Cultura. El desarrollo urbanístico racional y sostenible, la protección y puesta en valor del patrimonio histórico-artístico, la divulgación de los elementos culturales comunes a las diversas culturas europeas, y el fomento de la creación artística y de la participación ciudadana son ignorados totalmente por los responsables de una Oficina de la Capitalidad volcada en una continua campaña publicitaria en base a toda una constelación de aspiraciones vitales, y difusas abstracciones, que nada tienen que ver con la Cultura de Europa que este evento trata de potenciar como factor de unión entre las naciones que la forman.

La convivencia, la vida saludable, la humanización de los conflictos y la reconstrucción moral de la sociedad son conceptos intangibles, difusos y tan alejados de los postulados de la intención del proyecto que, en lugar de acercarnos a la consecución de sus objetivos, nos sitúan aún más lejos de la razón de ser y el sentido de la Capitalidad Europea de la Cultura.

Por ejemplo, el proyecto de Essen Rur, actual Capital Europea de la Cultura, incide, sin descuidar las manifestaciones artísticas contemporáneas, en la transformación urbana, la creación de nuevas estructuras y la conservación del patrimonio industrial como un importante activo turístico. Resulta llamativo cómo se valora, entre otras, la existencia de una estructura fabril con gasomotor (similar al de la derribada Fábrica de Gas de San Sebastián), reconvertida en centro de cultura contemporánea, para la que se cuenta con el apoyo y opinión de los artistas contemporáneos locales.

Estambul, por su parte, fue nombrada capital cultural de 2010 por su proyecto en la puesta en valor de su patrimonio histórico, la apertura de nuevos museos de arte antiguo y la restauración de iglesias palacios y mezquitas, testigos de su papel como puente entre culturas, que fomentaron un mayor aprecio por sus edificios antiguos, y la restauración de barrios enteros antes abandonados, convertidos ahora en activos turísticos y culturales de primera magnitud.

A partir de estos productos, hechos o logros culturales y sociales, cada ciudad elabora sus propios discursos más o menos publicitarios, para dar a conocerlos. Sin embargo, el Ayuntamiento de San Sebastián, ante la ausencia de un proyecto y de realizaciones concretas, y dado que la defensa real de la cultura local y del patrimonio edificado puede interferir en la dinámica de explotación inmobiliaria del centro histórico en que se halla inmerso desde hace años, y de que la participación ciudadana supone una amenaza hacia el modo personalista como se gobierna la ciudad, ha dedicado todos sus esfuerzos a elaborar y difundir un discurso vacío de contenido, sin otro fin que el meramente propagandístico.

En San Sebastián, el gobierno municipal sigue destruyendo nuestro patrimonio histórico y urbanístico en aras de la obtención del mayor y más rápido beneficio inmobiliario. Se expolian los palacios para reconvertirlos en centros de propaganda del poder local y el patrimonio industrial se derriba sin contemplaciones. Los espacios públicos tradicionales, como las plazas y los jardines, son ocupados por negocios privados o instalaciones públicas de nula utilidad social. El fomento de la creación artística, la opinión de la gente de la cultura, de la Universidad y de los profesionales son ignoradas por nuestro Consistorio, que dedica casi todo el enorme presupuesto cultural de que dispone a subvencionar conciertos y espectáculos para disfrute exclusivo de una minoritaria elite adinerada.

Es posible que los grandes recursos económicos invertidos en informes triunfalistas, actos festivos, presentaciones virtuales y vídeos musicales, logren ocultar la situación real de la cultura y la participación ciudadana, así como la ausencia de verdaderos objetivos en la candidatura, al jurado y el gobierno local logre su publicitario objetivo de pasar a la final, pero a los ciudadanos al fin y al cabo no nos quedará nada, sino frustración y un mayor desapego por la clase política y las instituciones que tenemos.

J. González

Donostia