Inmediatamente después de producirse la elección canónica, el último de los cardenales diáconos, el estadounidense James Harvey, llamó a la Capilla Sixtina al Secretario del Colegio Cardenalicio, al Maestro de Celebraciones Litúrgicas y a dos ceremonieros. Dado que el cardenal decano Giovanni Battista Re y el vicedecano, Leonardo Sandri, no participaron en el cónclave por tener más de 80 años, el encargado de preguntar al elegido si aceptaba ser Papa o no fue el cardenal francés Dominique Mamberti, que presidió el cónclave. El cardenal Mamberti, en nombre de todos los electores, pidió el consenso del elegido: "¿Acceptasne electionem de te canonice factam in Summum Pontificem?" (¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?). Una vez dada la respuesta afirmativa, le preguntó: "¿Quo nomine vis vocari?" ("¿Con qué nombre quieres ser llamado?"). El nuevo pontífice respondió: "Vocabor Leonem XIV" ("Me llamaré León XIV"). Eran las 18.08 horas y en ese momento la fumata blanca y el replicar de las campanas del Vaticano anunciaban al mundo que había Papa.

Una vez aceptado como el 267º sucesor de San Pedro, el nuevo Papa se retiró a una pequeña estancia ubicada junto al altar mayor de la Capilla Sixtina, justo bajo la imponente escena del Juicio Final pintada por Miguel Ángel. Ese espacio, conocido como la sala de las lágrimas, ha sido testigo de la emoción de muchos pontífices recién elegidos. No sería extraño que, como otros antes que él, dejara escapar una lágrima, ya fuera por la intensidad del momento, la carga emocional del cónclave, o el peso colosal de la misión que acababa de aceptar.

Inicio de su camino como Papa

La llamada 'Sala de las Lágrimas' permanece cerrada al público y no forma parte del recorrido habitual que realizan los fieles y turistas en su visita a la Capilla Sixtina. En sus paredes aún se conservan restos de frescos y antiguas pinturas, que resaltan sobre el blanco desgastado que las rodea. La habitación está modestamente amueblada: una mesa sencilla sostiene una pequeña imagen de la Virgen con el Niño, y un sofá de terciopelo rojo ofrece un espacio para el recogimiento. Allí, sobre un perchero, el nuevo Papa encuentra dispuestas la sotana blanca, los zapatos rojos, la estola, la esclavina escarlata y otras prendas del ajuar papal, como camisas y calcetines, listas para vestir al nuevo sucesor de San Pedro.

El Papa León XIV en el balcón de San pedro. Vatican News

Ya vestido de blanco, el recién elegido pontífice regresó a la Capilla Sixtina, donde fue recibido con un prolongado aplauso por parte de los cardenales. Uno a uno, se acercaron a él para rendirle obediencia. Mientras tanto, el cardenal protodiácono, el encargado de anunciar la elección, se preparaba para revelar al mundo el nombre del nuevo Papa. Por su parte, el pontífice se retiró a la cercana Capilla Paulina, situada a pocos metros, donde rezó en silencio ante el Santísimo Sacramento antes de salir al balcón para presentarse ante los fieles.