Después del discurso del Estado de la Unión el pasado martes, poco saben, incluso quizá el propio presidente Joe Biden, si repetirá candidatura para renovar otro mandato de cuatro años en noviembre de 2024. Su alocución ante las dos cámaras del Congreso, tradicional cada año desde 1934, aunque la Constitución tan solo exige que “de cuando en cuando” los presidentes informen al país de cómo marchan las cosas, no sirvió para saber cuáles son sus intenciones, por mucho que tanto él como sus colaboradores más inmediatos traten de dar la impresión de que repetirá candidatura.

Pero esta impresión puede no corresponder a la realidad porque Biden tal vez no desee presentase, o no crea que vaya a tener éxito si lo hace. Pero si en estos momentos anuncia que no piensa repetir mandato, se convierte en lo que aquí llaman un “pato paralítico”, es decir, un político que tan solo ocupa el cargo, pero ha perdido el poder.

Porque si Biden anunciara ahora que sigue los sondeos de opinión y que ha decidido no repetir mandato, la vida política del país se centraría ya en las suposiciones de quién será su sucesor y en ganar favores con él. En semejante circunstancia, el presidente pierde su capacidad de maniobra porque todos saben que ya no podrá repartir prebendas ni poder.

Es cierto que la mayoría de los norteamericanos, incluido el 60% de su propio partido, además de las opiniones expresadas por medios que le son ideológicamente afines, no quieren que vuelva a la Casa Blanca, pero por motivos prácticos Biden no puede tirar públicamente la toalla hasta el último momento, para el cual falta todavía un año.

El escenario peor que se puede imaginar en estos momentos es que Biden y Trump repitan candidatura, pues el uno por su carácter impetuoso y divisivo, el otro por su senilidad evidente, plantean a los ciudadanos si votar por el más antipático o el más inútil. Para un país rico, con 350 millones de habitantes, es una alternativa inexplicable.

De momento, Biden actúa como si quisiera seguir en el cargo, algo que quizá podría incluso ser verdad. Porque a pesar de las encuestas y los comentarios de los medios informativos, está rodeado por una camarilla que realmente ostenta el poder y no lo quiere perder, como le ocurriría con otro candidato. Por otra parte, los republicanos tienen muchas posibilidades de recuperar la Casa Blanca… excepto si Trump repite candidatura.

Parece ser que Biden cree que el país está más polarizado de lo que está y, si efectivamente está convencido de esto, es porque recibe sus informaciones de los colaboradores más inmediatos y de la prensa más progresista. Porque las ofertas políticas que presenta se parecen a las de los sectores más radicales de su partido y parece olvidar que si llegó a la Casa Blanca fue precisamente porque parecía moderado y el país quería algo de serenidad después de los cuatro tormentosos años de Trump.

Así, en el discurso del Estado de la Unión no perdió ocasión para agitar al país en contra de los republicanos, advirtiendo que el partido rival quiere reducir las principales prestaciones sociales, como son la seguridad social y la atención médica gratuita a los jubilados. También provocó carcajadas de los legisladores de la oposición cuando dijo que no pensaba prohibir las actividades de las empresas petroleras, porque “falta por lo menos una década” para eliminar los combustibles fósiles que perjudican el medio ambiente.

Históricamente, los cambios de un suministro de energía a otro, han necesitado de 50 a 60 años y no hay indicios de que la aceleración histórica que vemos en las sociedades o en los avances informáticos, puedan reducir a una quinta parte este tipo de transformaciones técnicas.

Su presentación incluso provocó gritos de protesta en varias ocasiones, no de uno sino de varios legisladores, que más bien parecían insultos personales, algo poco habitual en este tipo de discursos, en que la oposición como mucho ofrece murmullos de desaprobación de cuando en cuando.

Pero nada más salir del Congreso, Biden preparó lo que podría interpretarse como su primera campaña electoral, en el estado de Florida, cuyo gobernador Ron de Santis es el republicano más favorecido por el momento en los sondeos de opinión, gracias a la buena gestión de sus últimos cuatro años.

Su aprobación ha quedado demostrada en el éxodo de residentes de algunos estados hacia la Florida, en busca de menos impuestos, o mayores libertades en cuestiones educativas. Este estado sureño no aplica impuestos sobre la renta y los padres tienen más opciones a la hora de seleccionar las escuelas para sus hijos.

De Santis es además mucho más joven, pues no llega a los 50 años y además su nombre evoca buenos recuerdos entre los republicanos: Ron es la abreviatura de Ronald, el mismo nombre que Reagan, a quien los conservadores norteamericanos veneran.

Pero falta mucho todavía. Los candidatos republicanos todavía tienen tiempo para presentarse al público. Alguno, como el exsecretario de Estado Mike Pompeo, ya ha hecho saber que se presentará y no hay duda de que aparecerán otros.

Si son muchos, como ocurrió en 2016, corren el peligro de verse arrasados por personajes agresivos como fue Donald Trump en aquel momento, que consiguió gracias a su experiencia, contactos mediáticos y medios económicos, ridiculizar y anular uno a uno a sus posibles rivales.

Es posible incluso que el propio Trump trate de repetir su estrategia y confíe en que sus seguidores incondicionales, que podrían representar un tercio de los republicanos incondicionales, podrán situarlo delante de otros rivales y llevarlo de nuevo a la Casa Blanca. De ocurrir esto, los demócratas tienen su mejor posibilidad de mantener el poder ejecutivo por cuatro años más. l