Trípoli. El problema de la violencia afecta con especial virulencia a la ciudad oriental de Bengasi, antiguo bastión de los rebeldes y donde más de 60 personas, en su mayoría miembros de los cuerpos de seguridad, han sido asesinados a sangre fría o en atentados con bomba. Los últimos seis asesinatos se han registrado en la primera semana de octubre. El pasado agosto, la organización Human Rights Watch (HRW) ya advertía sobre el peligro de que esta situación continuase. "Si el Gobierno no toma medidas urgentes para hacer realidad sus propias promesas y no convierte en una prioridad la creación de unidades de Policía y de investigación criminal, existe un riesgo real de una nueva ola de violencia", dijo HRW.

Al deterioro de la situación en Bengasi, donde el 11 de septiembre del año pasado falleció el embajador estadounidense en Libia Chris Stevens y otros tres norteamericanos, se suman los ataques y los enfrentamientos tribales en distintos puntos del país. La semana pasada, dieciséis soldados murieron en un asalto.

El propio Zidán ha reconocido en más de una ocasión que la proliferación de armas y la existencia de milicias fuera de la ley son las principales causas de esta situación.

Este descontrol y la incapacidad de mantener a raya a las milicias ha provocado recientemente la paralización del sector petrolero, cuyas exportaciones suponen el 95% de los ingresos de divisas en el país.

El pasado abril, grupos de milicianos mantuvieron asediados los ministerios de Exteriores, Justicia y Finanzas y acosaron durante varias semanas a los diputados para forzarles a aprobar la Ley de Aislamiento político, aprobada el 5 de mayo, y que estipula la inhabilitación por 10 años de los antiguos responsables del régimen de Gadafi.

La tortura y la brutalidad de las cárceles libias se ha incrementado notablemente dos años después de la caída de Gadafi, según un informe de Naciones Unidas. Alrededor de 8.000 personas están en la cárcel sin juicio por ser sospechosas de haber luchado a favor de Gafadi, mientras que un incontable número de ciudadanos han sido detenidos por milicias independientes de forma clandestina. Muchos de los arrestos se producen de manera arbitraria y están motivados por causas personales o de ajustes de cuentas. El informe detalla los casos de hombres, algunos detenidos a rastras en su camino hacia el trabajo o sus casas sin ninguna explicación por parte de los milicianos. También ha relatado cómo algunos han sido golpeados y violados con botellas y abandonados sin comida en cárceles en condiciones infrahumanas.

La tortura y otros tratos degradantes son recursos habituales en los centros de detención en Libia como método para forzar confesiones y, desde 2011, se han confirmado al menos 27 casos de muertes provocadas por tortura, de las que once se produjeron este mismo año.