Vivo preso de las vidas que no fueron. ¿Y si hubiese estudiado Cine o Historia del Arte y no Humanidades y Periodismo? ¿Y si hubiese seguido con la investigación académica en vez de trabajar de plumilla? ¿Y si me hubiese ido de Erasmus? ¿Y si hubiese pasado más tiempo con mi padre? ¿Y si me hubiese medicado antes para la depresión? ¿Y si hubiese acudido a aquella primera cita a la que no fui? ¿Y si hubiese sido más generoso? ¿Y si hubiese querido mejor a mis parejas? ¿Y si me hubiese querido mejor a mí mismo? ¿Y si me hubiese deshecho antes de los focos del dolor...? Digo que vivo preso de las vidas que no fueron, pero no tengo muy claro que tuvieran potencial para desarrollarse. Hablo de una mirada retrospectiva, como esa observación que condiciona que una onda de luz no pase por las dos rendijas a la vez, sino solo por una. Es decir, que echamos la vista atrás pensando que había más de un camino, sin darnos cuenta de que esa es una ilusión del presente. La única vía posible es la que hemos transitado. Y es que lo que duele es pensar que el mundo ha seguido girando mientras dabas vueltas sobre ti mismo. Pero eso, igualmente, lo determina la mirada: tú has seguido girando montado en el mundo, mientras el resto comparte esa sensación extrema de mareo y se pregunta: “¿Y si...?”.