Es difícil imaginar lo que se le pasa por la cabeza a un rehén que ha permanecido dos años secuestrado, intuyendo la muerte detrás de cada paso, cuando vuelve a abrazar a sus familiares, ya a salvo de sus captores. Hemos visto algunas imágenes de los reencuentros de esos 20 israelíes que han regresado a casa con vida. De los llantos de las familias mezclados con la felicidad de tocar a quien creían muerto. También hemos visto los recibimientos a los presos palestinos liberados. Y en algunos de estos casos ese momento que debía ser tan especial se ha tornado en drama al saber del fatal destino de sus familiares, que no esperaban entre las hordas de personas que se acercaron a los autobuses porque perdieron su vida bajo el fuego israelí. Pero se le puede dar la vuelta. La historia del preso palestino al que, durante su captura, le aseguraron que su familia estaba muerta y, sin embargo, vuelve a abrazar a su hija ante el temor de que semejante felicidad no sea más que un espejismo fruto del delirio del momento. Aún con todo, lo más duro llega después.... Cuando tras la euforia toca hacer frente a la inercia del día a día y regresan las pesadillas que les acompañarán de por vida. Cada uno lo afrontará de un modo distinto, con el riesgo de que las grietas se hagan más profundas por un conflicto que sigue latente y sin visos de solución.
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