Solo el paseo junto al río desde el pueblo cruzando el puente sobre el río Urola y descubriendo en el camino el Palacio de Lili ya merece la pena. Pero el premio está más adelante, a un kilómetro de Zestoa se alza la réplica de la cueva de Ekain, que permite descubrir las pinturas rupestres que protege en su interior la verdadera gruta. La verdad es que la réplica logra el efecto de trasladar al visitante al interior de una cueva, apenas iluminada, aunque al paso de la guía se alumbren las copias de los grabados hechos hace miles de años por, al menos, tres manos diferentes.

Merece la pena descubrir los caballos, el principal animal que se representa en sus paredes, y sus detalles junto a otras sorpresas que esconde el museo-cueva. Y una vez que se hace la visita, la práctica también es interesante. El taller posterior si se opta por la visita completa es algo más que jugar a ser un habitante del Paleolítico. También se aprenden nociones que quizás nuestros aitonas y amonas conocían, pero que la vida urbanita de hoy día ha relegado a la memoria del olvido. En definitiva, una didáctica y divertida excursión, como lo puede ser también la visita la cueva de Arrikrutz, sin pinturas pero con otros alicientes no menos interesantes como la historia del descubrimiento del león cavernario. Y todo a unos pocos kilómetros de casa.