El consumo ético en un sistema como el nuestro es casi imposible. A nada que miremos la etiqueta de nuestras camisetas, veremos el país en el que las han cosido personas por un salario miserable. Por no hablar de los móviles, los refrescos, los papeles de los libros que leemos, los alimentos producidos en masa cebando a los animales, torturándoles. Prácticamente cualquier cosa que compremos o consumamos tiene una contraparte en su fabricación que no podemos evitar. Pero eso no quiere decir que debamos aceptar cualquier cosa. La semana pasada se puso en marcha una huelga de consumo cada jueves para presionar a los gobiernos de todo el mundo a cortar relaciones con Israel y así tratar de parar el genocidio en Palestina. Ante la inacción por parte de los gobernantes, una persona sola poco puede hacer. Pero si de verdad lo notan en el bolsillo, puede que no les quede más remedio que hacer algo. Si nos planificamos bien y todo lo que tengamos que comprar lo hacemos el miércoles o el viernes, puede que el impacto sea significativo. Por otro lado, y para quien le interese, existe una app llamada No Thanks que contiene una lista con las empresas que colaboran con Israel mientras comete el genocidio. Tampoco está de más saber qué compramos el resto de la semana.