Donald Trump está chantajeando a medio mundo con sus ya famosos aranceles. Pero es que lo peor de todo en este lío es que estamos claudicando país por país, región por región. Su forma de comunicarse es a veces chulesca, soberbia e incluso maleducada, pero analicemos la situación internacional con frialdad y con datos objetivos.
Trump, con su intervención “operística” en Irán, consiguió frenar en seco lo que iba camino de ser una guerra generalizada en Oriente Próximo, con todo lo que ello conllevaría.
En la eterna disputa por Cachemira entre India y Pakistán obligó a templar los ánimos y no continuar con la escalada a la que se avecinaban ambos países, algo que luego repitió con las escaramuzas fronterizas entre Tailandia y Camboya.
No olvidemos tampoco la reunión de los líderes de Armenia y Azerbaiyán en la Casa Blanca, que abre un camino a la esperanza y cooperación entre dos enemigos históricos.
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Y, por último, si finalmente se lograse un acuerdo de paz entre Rusia y Ucrania, ya sería no solo difícil, sino injusto que al hombre del tupé naranja no se le diese el Nobel de la Paz. Al fin y al cabo, Obama lo recibió por el único mérito de seguir bombardeando Afganistán, deportar más inmigrantes que Trump, etc.
Porque si somos objetivos, en lo que respecta a la diplomacia, o al menos en temas de conflictos y conflictos armados, Trump está teniendo bastante éxito, nos gusten o no las formas y las maneras que tiene el presidente de los Estados Unidos.