Mesa de Redacción
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Armas contra el odio
Ya lo dejó escrito Miguel de Unamuno hace casi cien años: el fascismo se cura leyendo, y el racismo, viajando
En este arranque festivo del calendario estival en el que se han producido varios ataques racistas que parecen poner a prueba la calidad de nuestra convivencia, me he acordado de unas palabras del escritor uruguayo Eduardo Galeano. “Tu Dios es judío, tu música es negra, tu coche es japonés, tu pizza es italiana, tu gas es argelino, tu café es brasileño, tu democracia es griega, tus números son árabes, tus letras son latinas. Soy tu vecino, ¿y todavía me llamas extranjero?”. Es, desde luego, una reflexión que requiere de una digestión lenta. A fin de cuentas, como nos recuerda Nelson Mandela, nadie nace odiando a otra persona por el color de su piel, su origen, o su religión. El odio es más bien algo aprendido. El prejuicio es hijo de la ignorancia, y el racismo es la respuesta del hombre ante lo desconocido. Y puesto que de formarse se trata, recordemos las palabras de Pepe Mújica. “Vamos a invertir primero en educación, segundo en educación, y tercero en educación. Un pueblo educado tiene las mejores opciones en la vida y es muy difícil que lo engañen los corruptos y mentirosos”. Ya lo dejó escrito Miguel de Unamuno hace casi cien años: el fascismo se cura leyendo, y el racismo, viajando. El verano es propicio para ambas cosas. No subestimen ninguna de las dos armas.