La comparecencia de Pedro Sánchez el próximo miércoles en el Congreso para dar explicaciones sobre el caso Cerdán se presenta como un momento decisivo de la legislatura en el Estado. En esa presencia se juega el presidente español la confianza de sus aliados, a día de hoy muy deteriorada por culpa del mismo pecado que le aupó a la Moncloa hace siete años. Cerdán y Ábalos han sido dos personas de su máxima confianza y que ambos acaben envueltos en un caso de corrupción deja a Sánchez en muy mal lugar, con muy poco margen de maniobra. ¿Será capaz de sacar de su chistera una nueva sorpresa que le mantenga a flote al frente del Ejecutivo? No se trata de comparar entre males, pero la alternativa que aparece ahora mismo en el horizonte, elecciones anticipadas y presumible llegada al poder del PP y Vox, provoca escalofríos. Una versión nacionalista española del trumpismo que también achica el espacio de sus socios. Como no hay signos de que pueda ocurrir algún tipo de revuelta interna en el PSOE, todo hace pensar que la estrategia pasa por aguantar el chaparrón y avanzar en la legislatura con la esperanza de que escampe y dentro de dos años, cuando haya que ir a votar, quién sabe cómo estará el mundo. Este rumbo pasa por que el circulo de imputados no extienda su mancha con nuevos protagonistas.
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