A la misma hora en la que Bruce Springsteen y su The E Street Band descargaban su cancionero en Donostia, el presidente estadounidense, Donald Trump, bombardeaba Irán, calificando de éxito militar espectacular el ataque contra tres complejos nucleares, y metiendo de lleno al país en la guerra de Israel. Una muesca más de la huida hacia adelante de un mundo en guerra, que parece aferrado a una escalada de violencia de imprevisibles consecuencias. Quizá por todo ello, por el orden internacional tan extremadamente convulso en el que vivimos, la actuación de Springsteen en el Reale Arena, cargando constantemente contra la administración Trump, dejó por momentos de ser un mero concierto para convertirse en una cita histórica. Habrá quien diga, y con razón, que el Boss no se muestra ni mucho menos tan vehemente ante los desmanes y tropelías que cometen los gobiernos demócratas de su país. Siendo así, lo de Trump sigue siendo un delirio que rebasa todas las líneas rojas. El rock & roll siempre ha sido el vehículo ideal para trasladar mensajes de todo tipo pero, por encima de todo, Springsteen parece convencido de que los tiempos que corren exigen sobre todo compromiso. Y el martes se presenta una nueva ocasión de demostrarlo.
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