Cuando callan las bombas y la metralla, cuando el silencio vuelve tras la tempestad, no queda nada. Solo una tierra arrasada y cubierta de cadáveres. Lo que anteriormente eran casas, donde personas vivían y trataban de salir adelante, ahora son un montón informe de piedras. Además de civiles, muchos soldados llegados desde cualquier parte del mundo también riegan de sangre ese lugar. Algunos apenas han podido madurar, y sus caras infantiles han perdido el brillo de los ojos, la vitalidad de su juventud bruscamente finalizada. Al mismo tiempo que callan las armas, las voces y las vidas, otros hablan. Los mismos que han lanzado a la muerte a cientos, a miles, ahora aparecen frente a las cámaras, fingiendo estar compungidos. “Es importante que invirtamos aún más en armas”, dicen, “para evitar que pase esto otra vez”. “Para estar protegidos”. Por supuesto, los señores de la guerra que hacen negocios con ello, contentos. Sus hijos y los de los líderes, en casa a salvo. Los muertos, los de siempre, los pobres, los que no tienen nada. Año 2025 y así seguimos. Siendo la carne de cañón de la avaricia de unos pocos. Conmigo que no cuenten. Buena suerte tratando de convencer a los demás.
- Multimedia
- Servicios
- Participación
