Como si aún no hubiera dado por finalizada la fiesta de celebración de su proclamación como el presidente número 47 de Estados Unidos, que por si fuera poco consideró como una “elección divina”, Donald Trump continuó con los festejos en la Super Bowl. Tal y como diría un amigo, seguía con el cuerpo jotero después de bailar aquel día al ritmo de los míticos Village People. En la final de la liga del fútbol americano estadounidense (NFL), un deporte de masas allí, el nuevo mandatario que mueve los hilos del planeta (la que nos va a caer encima, por cierto) eclipsó a todas esas personalidades o celebrities que desean exhibirse en la pasarela del espectáculo más visto en EEUU. Trump, que fue el primer presidente norteamericano que asiste a este ya popular evento, no desaprovechó la oportunidad, entre otras cosas, de mofarse de la conocida cantante Taylor Swift, de quien dijo que fue “la única que tuvo una noche peor que los Kansas City Chiefs –el equipo en el que juega su novio, que perdió ante los Philadelphia Eagles tras haber ganado las dos ediciones anteriores–”. Pues eso, allá por donde va, de momento de fiesta en fiesta mientras ordena que suban los aranceles, Trump deja huella y de paso, como a él le gusta, se erige en el protagonista del sarao y no pierde la ocasión para hacer... enemigos.