Han pasado 13 años desde que ETA aterrizó su actividad violenta en la pista de la Conferencia de Aiete. Quien se preguntara entonces qué pasaría con el monotema de la opinión publicada española tiene dos respuestas. El caso Gürtel arrancó en 2007 y tomó vuelo entre causas y rollos judiciales hasta que una sentencia de 2018 derivó en una moción de censura que relevó a un presidente de Gobierno por un bolso en su escaño. Dos meses antes, Felipe González (en su día Isidoro) deseó que ningún encausado del procés entrara en la cárcel. “Una vez ese proceso llega a un determinado punto de saturación, la Justicia empieza a tomar decisiones políticas. Eso se llama gobierno de los jueces”, soltó una frase que parece un tuit de Pedro Sánchez en 2011: de los que valen para cualquier situación. Y es lo inquietante cuando el propio González dijo que los dirigentes se amparan “en las togas porque como políticos somos unos inútiles”. Sin ese enemigo exterior discursivo como ETA y después el procés (que se empeñaron en que también era ETA), la política española son ese Madrid que Maragall dijo que se iba en 2001 y sus madriderías. Así asoma la semana judicial del PSOE. Todos creen saber lo que pasará estos días, obviando que al juzgado se sabe cómo se entra, no cómo se sale. Como cuando se llega a Madrid.
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