Las personas que sirven en los bares de los estadios de fútbol se enfrentan ahora al reto de cómo desprender el tapón de los botellines de agua. Unos tiran de él como si no hubiese un mañana y otros recurren a unas tijeras, pero las colas que se forman en los descansos de los partidos no casan bien con este tipo de situaciones. Por un lado, la cada vez más ocurrente legislación sobre economía circular establece que el tapón y la botella deben ir unidos, porque considera que no tenemos conciencia para asegurarnos de enroscarla antes de desecharla. Y por otro, las medidas de seguridad obligan a separar el tapón evitando así que puedas arrojar lejos el envase y lastimar a alguien. La mejor solución es retorcer el tapón las veces que haga falta, hasta que se desprende. Los que tenemos práctica en ello podemos confirmarles que funciona de maravilla. Es un trabajo que no teníamos antes, pero nos esmeramos, porque merece la pena y es liberador. Llevo peor que nos traten siempre como a niños y legislen en consecuencia. Siempre por causas nobles, de acuerdo; pero lo hacen como el culo. Simplemente teorizan y rizan el rizo. Y en los detalles, que no en el espíritu, la cagan siempre. Es su oficio. Y da igual que sea contra la violencia infantil que para salvar el planeta. Artesanos del absurdo y de lo incumplible.
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