América ha hablado. Y lo ha hecho para aupar por segunda vez a un presidente condenado por graves delitos, mentiroso compulsivo, machista sin recato y racista desacomplejado. Ya le conocían desde hace ocho años y le han brindado una segunda oportunidad que manejará con un poder institucional muy superior y con el control absoluto de su partido. En resumen, que tiene el campo libre para hacer América grande otra vez, según su particular credo. Hasta qué grado será fiel a sus promesas de campaña es la pregunta que sobrevuela a este lado del charco. Si fuera otro país cabría decir que con su pan se lo coman, pero la influencia y el poder de Estados Unidos es demasiado grande como para ignorarlo. Visto desde Europa, lo verdaderamente preocupante es el efecto contagio que tienen las tendencias que nacen en Estados Unidos. Siempre acaban llegando a nuestras costas. Y el terreno para que el influjo de Trump encuentre cobijo entre nosotros tiene el campo abonado con unos cuantos personajes de su misma calaña. Se han esgrimido varias razones para explicar el enorme apoyo cosechado por Trump; que si la inmigración, que si la venganza contra las elites, que si la economía,... Pero no creo que sea casualidad que el auge de las opciones ultras se haya producido en paralelo a la expansión de Internet y, en particular, de las redes sociales. Y los dueños de la red, ya sabemos dónde viven.