Ver Soy Nevenka en el cine me supuso un ejercicio de autocontrol por no empezar a gritar en mitad del local en el que me encontraba improperios contra Urko Olazabal, cuyo gran trabajo a la hora de interpretar a Ismael Álvarez, el alcalde de Ponferrada condenado por acoso sexual a Nevenka Fernández en 2002, te hace sentir en tu propia piel la intimidación y la manipulación a la que somete a Mireia Oriol, su víctima en la película.
Con los créditos, solté la mandíbula y respiré. Solo pensé en lo increíblemente valiente que fue la verdadera Nevenka para hacer lo que hizo, a pesar de que hoy día siga sufriendo las consecuencias en su exilio obligado. También traté de imaginarme a la sociedad ponferradina de aquel entonces. No quiero ser injusta, porque han pasado 23 años desde que la denuncia se hizo pública y entonces ni siquiera existía la Ley de Violencia de Género, pero es verdad que resulta difícil no indignarse. Pero Charo Velasco, la edil socialista en la que Nevenka se apoyó antes de denunciar a pesar de ser rivales políticas, ilustraba muy bien las razones de la respuesta social en favor del acosador: eran otros tiempos y la red clientelar tejida por el PP tenía un gran peso. Hoy sería diferente, queremos pensar, aunque la esperanza es menor cuando al irme del cine observé que el 80% de las espectadoras éramos mujeres.