El otro día fue mi cumple. Este año ha tocado recibir visita, cena y libro. No ha resultado mal plan cuando los anteriores tuvieron regusto a huida, por muy chulos que fueran los decorados. Pero vamos a lo que importa, el libro es la primera edición en tapa dura de Sin trama y sin final, 99 consejos para escritores, firmado por Antón P. Chéjov (Alba Clásica, 2022) y recopilado por el profesor Piero Brunello, de la Universidad de Venecia, dos décadas atrás a partir de las misivas del escritor ruso con editores, colegas y aspirantes. El libro presenta en su cubierta una pequeña cicatriz, dos en realidad, que preocupó mucho a la regaladora por no haberse dado cuenta al comprarlo en la librería. Además, en su descargo, diré que sus esquinas perfectas ayudan a disimularlo y la imagen del manuscrito que aparece lo camufla. Si no acaricias el libro, ni te das cuenta, que es también la forma en la que se detectan las cicatrices en las personas. Las heridas las percibimos a simple vista, pero las cicatrices sólo afloran al roce. Y cuando detectamos esas cicatrices hay dos formas de actuar: rechazar lo que consideras un defecto o aceptar lo que percibes como una sanación. Me gustan las cicatrices en los libros y en las personas porque guardan una historia que no siempre podemos conocer ni aspirar a comprender pero que, sin embargo, tantas veces nos da pie a escribir una historia diferente mientras miramos cómo va nuestra propia cicatriz.