El tamaño importa. Y la forma. Y el color. Hablo de las pastillas. Vamos a ver, señoras y señores de las farmacéuticas, a una persona mayor, y no tan mayor, que tiene que tomarse al día no sé cuántas pastillas no se le puede liar más de lo que ya lo está. No vale que la pastilla del colesterol de la compañía A sea redonda pero si al mes siguiente te la dan de la compañía B, pase a ser ovalada. Cuando se aprende toca desaprender y eso con la edad, desgraciadamente, muchas veces se hace de forma obligada. ¡No nos obliguen a hacerlo de manera forzosa! Esos pequeños detalles hacen que el día a día sea más complejo, aparecen los nervios, las dudas, se acrecienta la sensación de fragilidad. “¿Te has tomado la pastilla redonda de la noche, ama?”. “No, la que tomé a la noche es cuadrada”. “¡Madre, qué se habrá tomado esta mujer!”. Un poco de cuidado no sobra y un poco de mimo, tampoco. Detalles pequeños pueden derivar en disgustos grandes. Y grandes disgustos se pueden evitar prestando atención a los pequeños detalles, que en este caso solo tienen de pequeño el tamaño de la pastilla. Por eso importa el tamaño. Y la forma. Y el color. Porque a esas compañías farmacéuticas seguro que no les da igual el color de los billetes que ingresan, seguro que no.