Los candidatos tienen seis días de campaña para convencer a los electores de que merecen su voto. Son los últimos seis días de una campaña extraña, casi inadvertida, como si transcurriera en una dimensión alejada del día a día de la ciudadanía, no sé si por las nuevas formas de comunicación política que han encauzado internet y las redes sociales, por su arranque envuelto en un clima vacacional, por la euforia futbolera de aquí al lado, o por una mezcla de todo ello. El asunto es que entramos en la recta final con el resultado de la carrera por decidir. El favorito da sus últimos trancos antes de la meta lastrado por el peso de una legislatura mediatizada por la pandemia, mientras el outsider acorta distancias al galope, liberado del plomo de la gestión. Se señala como explicación de esta pugna el descontento ciudadano con la gestíon del gobierno, con Oskidetza como bandera de la oposición en su estrategia de desgaste. Sin embargo, resulta curioso observar algunos análisis, como el que a nivel micro ha realizado la politóloga Eva Silván del Focus de marzo de EITB. Entre la infinidad de indicadores, me llama la atención que los encuestados de todos los partidos sin excepción aprueban la labor del Gobierno Vasco, con notas que oscilan entre el 5,3 que otorgan los votantes del PP al 7,7 de los del PNV. Tan mal no parece que van las cosas, o al menos no tan mal respecto a lugares donde se gobierna con el apoyo de esa oposición que ante el mismo déficit en la CAV es implacable. Esta semana el Gobierno de Navarra ha reconocido que no es capaz de frenar el aumento de la listas de espera en Osasunbidea. Yo solo he oído silencio.
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