Si está usted ya de vacaciones, felicidades. Si le toca esperar, paciencia que todo llega. En cualquier caso, vengo con la turra de todos los años, porque la Semana Santa es santa pero traicionera. Hay cambios de tiempo muy locos. Hay cambios de humor más locos todavía. Y la gente tiene prisa. Por llegar. Y por volver. Y por hacer muchas cosas en muy poco tiempo. Porque las vacaciones de verano suenan a mes. Y la Semana Santa a veces no llega ni a semana. Así que cogen el coche con la perorata aquella de “si yo nunca me he dado una hostia gorda, si yo nunca me he matado...”, como si el pasado fuera garantía de nada para el futuro. Hace un par de años, la DGT sorprendió con la campaña Esta Semana Santa voy a morir en la que, con los datos en la mano, ponía cara a 36 personas que iban a morir en esos festivos días y lo hacía con tanta precisión que establecía el sexo, la edad, el lugar, la hora, el tipo de accidente y hasta el vehículo con una moraleja convertida en eslogan: “Hagamos que el big data se equivoque”. Este año no ha habido campaña, ojalá tampoco accidentes. En cualquier caso, hay que recordar lo de siempre: los accidentes llegan en las distancias largas y en las cortas, y no solo a los conductores: cuidado con la fatiga, el alcohol y la confianza, con la chulería y con la mala hostia. Ya en confianza, y tuteando, te queremos de vuelta.