Recientemente, en un encuentro familiar tratábamos de descubrir cuál era el pueblo de Gipuzkoa que aparecía en una antigua fotografía, porque era el lugar al que mi tío, de mozo, había ido a hacer las hierbas. Cuando los pastos comunales de las sierras de Urbasa, Andía y alrededores se acababan, los pastores de la Merindad de Estella alquilaban a propietarios guipuzcoanos sus terrenos particulares para que las ovejas pudieran pastar y, entonces, eran los jóvenes de los pueblos como mi tío los que hacían esa otra trashumancia entre Navarra y Gipuzkoa. Creemos que la foto está tomada en Baliarrain, por algunas referencias, pero las décadas transcurridas distorsionan tanto la calidad de la imagen como el paisaje actual. Otro recuerdo similar guarda mi padre, cuando de joven, junto a otro compañero que no tenía experiencia, tuvo que llevar un rebaño de Lerín a Jaurrieta, en Navarra, y, por el camino, se les perdieron un centenar de ovejas. Afortunadamente, las recuperaron y todo quedó en una anécdota que contar, con sus curiosidades sobre cómo buscaban refugio y comida por el camino. Historias de esa sabiduría popular de la que las nuevas generaciones estamos tan huérfanas a pesar de nuestros títulos y currículos.