“Me he quedado sin casa y con lo puesto”. Esta fue una de las desgarradoras frases que hace diez años expresaban, con la impotencia de quien sabe que ha perdido su casa, los vecinos de Euskadi Etorbidea de Trintxerpe. No hubo daños personales, pero sí materiales para más de 40 familias que tardaron ocho años en volver a tener casa propia tras el incendio del edificio provocado por una bengala. Diez años después, Gipuzkoa ha vuelto a rozar la tragedia. Ha sido en Errenteria, pero podía haber ocurrido en Irun, Beasain o Tolosa. Los daños han sido menores de los que se presagiaban al ver las imágenes, aunque no para la residente en una de las viviendas que ha quedado destrozada.

Podían haber sido 70, pero nos da igual. La gracia de tirar cohetes y petardos en Nochevieja se ha extendido sin fin. No importan los avisos reiterados de los ayuntamientos, que tienen competencia para prohibir mediante ordenanza el uso de material pirotécnico en la vía pública. Como la venta está permitida –cualquier persona mayor de edad puede adquirir hasta artificios de pirotecnia de peligrosidad media destinados a ser utilizados al aire libre–, las consecuencias no importan. Y, por si no tuviéramos suficiente, de paso también lanzamos farolillos encendidos. Urte berri on!