Se van a terminar las navidades y prácticamente no he visto las calles iluminadas. Al llegar la medianoche, las luces navideñas se convierten en calabaza. Vamos, que se apaga la magia. Alguien ha decidido que la Navidad brille de siete a doce, hora arriba en el momento de empezar y más bien abajo a la hora de terminar. El camino del curro a casa lo hago a oscuras de Navidad. Todos los días. Pero no me quejo, hay sitios, como en mi barrio, donde ni siquiera ponen luces navideñas, da igual que vivamos ya más gente que en el Centro. Así que la peña ha empezado a plantar la Navidad en el balcón. Empezaron sacando el árbol y hoy son muchos los que ya lo han devuelto al salón para que el bosque no impida ver el festival de luces parpadeantes que montan en la terraza. Un caos de luces y estilos que marcan distintos ritmos en cada piso. Me sorprende que en los bloques-colmena donde te obligan a comprar el toldo y hasta los tiestos del mismo color, llegado el mes de diciembre abran esa extraña tregua para ver quién es capaz de poner más bombillitas led multicolor de arrítmico parpadeo Y, al contrario que los ayuntamientos, las dejan encendidas casi toda la noche. No me quejo, no es una crítica, gracias a estos vecinos sé que vivo en Navidad y, al entrar en casa, tras un duro día de curro, no tengo ni que encender la luz. Estoy por pagarles los impuestos a ellos...
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