La crisis bélica y humanitaria que se está viviendo en Oriente Próximo, con miles de muertos (la mayoría población civil) en las últimas semanas, está acaparando las portadas de los periódicos y las noticias de apertura de los informativos, como es lógico. Pero no hay que olvidar el sufrimiento que están padeciendo, también en los últimos días, los inmigrantes de origen subsahariano que llegan cada día en cayucos a las Islas Canarias o a Lampedusa. Sin ir más lejos, el pasado lunes fueron 570 (46 menores) los migrantes que alcanzaron las islas de El Hierro y Tenerife en condiciones infrahumanas, y el fin de semana superaron los 1.600; una oleada migratoria nunca antes vista en unas denominadas islas afortunadas que en la actualidad están acogiendo un, nunca mejor dicho, desafortunado drama. Y a pesar de la incondicional labor de las ONG, como aquí Salvamento Marítimo Humanitario, es inevitable la muerte de muchas de estas personas que sólo buscan un futuro mejor, en definitiva, una vida digna. Por esta razón, cobran real importancia ayudas como la concedida recientemente por el Ayuntamiento de Zarautz, que acaba de destinar 10.000 euros a una organización que hace frente a la crisis migratoria del Mediterráneo a través de su barco de rescate Aita Mari (ha salvado ya a más de mil personas). Toda ayuda es poca.