La película Chavalas, de Carol Rodríguez, tiene como protagonistas a cuatro chicas y su barrio, una zona de clase media baja, como hay tantas en las grandes ciudades. Urbes bellas e históricas como Barcelona, Madrid o Paris están rodeadas de innumerables barrios o pueblos construidos para los que llegaban a trabajar hace unas décadas. No eran coquetos sino prácticos. A pesar de que la pobreza y el paro se cebó en los descendientes de los primeros moradores de estos suburbios, estas zonas densamente pobladas, mucho mayores que municipios con alcalde propio, son ahora un ejemplo de aprovechamiento del espacio escaso para vivir. Los barrios de las grandes ciudades europeas han empezado a reivindicarse como espacios habitables y deseables, como soluciones a la necesidad de vivienda y no problemas, aunque los tengan. Queda mucho por hacer, muchos edificios por rehabilitar, carreteras que quitar..., pero algunos ciudadanos criados en ellos empiezan a alzar la voz para defenderlos, para reivindicarlos como espacios y para ensalzar su identidad popular. Algunos hijos de los suburbios recuerdan sus felices celebraciones infantiles en la tasca o el Mc Donalds. Entornos con personalidad aunque el ojo ajeno no lo sepa percibir a la primera. Y lo que parecía feo ahora es bonito.