Llevo una racha nostálgica. Me vienen a la cabeza escenas y bandas sonoras de hace ya unos cuantos años. Estos días me ha sonado, una y otra vez en la cabeza, el ¡Todos mirando! de Barricada. Me voy a explicar y que nadie se me ofenda, y la que lo haga dos trabajos tiene. Yo siempre he jurado y perjurado que la fama de que las y los donostiarras disfrutamos de las fiestas desde la acera es infundada, y creo que lo es, porque sabemos pasarlo muy, pero que muy bien. Pero, como en todo mito urbano, un puntito de razón hay. Como a servidora de ustedes le está tocando patear calles para realizar crónicas festivas diversas, pues también le ha tocado ver escenas cuanto menos curiosas. Voy a hacer la prueba de pararme y mirar a un árbol, que seguro que se hace un corrillo a mi alrededor por si hay algo que ver. Hay tanta gente en la ciudad que faltan escenarios y de ahí que turistas y autóctonos se entretengan como pueden. En uno de mis paseos me encontré con un nutrido grupo de personas rodeando lo que yo pensé que sería un espectáculo de calle. Lo era, pero un tanto lento, porque más de veinte personas, muy pacientes todas ellas, observaban con atención como dos jóvenes peinaban con numerosas pequeñas trenzas la cabeza de una niña. Espectáculo para todas las edades y bolsillos.