El largo y cálido verano es el nombre de una película protagonizada por Paul Newman, Joanne Woodward, Orson Welles y Lee Remick, entre otros actores y actrices, allá por 1958. Esta es una cinta que nunca, sekula, never, se hubiera podido rodar en Euskadi esta temporada estival tan pobre en sol. Pero bueno, aunque sea un tema muy socorrido no voy a hablar sobre el tiempo, bueno, no al menos sobre las veleidades climatológicas que hacen que algunos puntos del planeta ardan mientras en otros sacamos el chubasquero a pasear. Me refiero al tiempo que se mide por segundos, minutos, horas, días, semanas... y sobre el extraño fenómeno que le afecta en verano. En verano, cuando una coge la maleta o, si no se puede, la bolsa de playa (que por estas lides ya hemos dicho que rien de rien), pues como que el puñetero tiempo aprieta a correr y no hay quien le pille. De vuelta ante el ordenador se da otro suceso paranormal, al segundo se te olvida dónde has estado y qué has hecho los días de vacaciones. Tercer misterio por resolver. Cuando se vuelve al trabajo, con unos cuantos puestos vacíos por vacaciones, el tiempo echa el freno y nada, que no pasa, cada minuto, calculo yo, tiene 300 segundos que multiplicados por horas y días... En fin, misterios.
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