Hoy vengo a hablar de mi libro. El sábado por la noche debutamos en la sala Mogambo, ese garito de mala muerte tan entrañable como necesario por estos parajes para bandas de rock que cada vez encuentran más dificultades para tocar en vivo. El pistón ha bajado tras la pandemia, y entre Djs, la invasión cultural del reggaetón y demás historias, no es fácil abrirse un hueco y contar con el favor de un público cada vez más diversificado. Pero ahí estábamos compartiendo cartel con gente curtida como Ezinezkoa, de Pasaia, y The Grace of Dionysus, de Zumaia. Clama al cielo no ver más que cuatro pelados ante bandas tan experimentadas, pero es lo que hay, no vamos a descubrir nada nuevo a estas alturas de la peli. Desde aquí, un llamamiento a las salas a seguir apostando por la música en directo. Y entretanto, a disfrutar con lo que más nos gusta hacer, sudando como ratas aporreando cuatro acordes y rodeados de nuestra gente, con gratos reencuentros después de tanto tiempo. Por no faltar, no faltaron ni los padres de Igor, el batera. (Ahí andaba el hombre con sus 80 tacos, menudo jabato). Eskerrik asko, Fres, por abrirnos las puertas de la sala. Prometemos volver con más tralla. Eskerrik asko a tod@s l@s amantes de la música que se dejan caer por estos lugares un sábado lluvioso que no invita a salir de casa. Biba zuek!