En esta profesión de cal y arena, el martes me ofrecieron hacer un reportaje de estos que te hace disfrutar lo que haces y sentirte bien contigo mismo. Un encuentro con la familia del ciclista Alex Aranburu en su caserío de Aztiria. Una familia acogedora que, como otras muchas de este país de caseríos, cuando abre sus puertas a un invitado descorcha una botella y ofrece algo para alegrar el estómago. Así conocí a primeros de marzo de 2002 a un joven harrijasotzaile que respondía al nombre de Aimar Irigoien, en vísperas de que ofreciese un recital de su fortaleza en la plaza de su Errezil natal, con motivo de su 16 cumpleaños. Sartén, tortilla, vino, queso, y como en casa. A su tío Patxi hace ya tiempo que no le veo. Le tengo en gran estima, aunque soy un desastre para cuidar relaciones en la distancia. Pregunté el otro día a un amigo común por él. No hablamos desde diciembre de 2019. Este mes, de regalo, estoy acreditado para el Tour de Francia, como apoyo a mis compañeros de Deportes, sección que abandoné en 2009 para evitar el divorcio. Entre tanto, mientras leen esto, me tienen en las Juntas Generales de Gipuzkoa, en el Pleno del que saldrá la nueva diputada general. Una sesión maratoniana que pone a prueba la salud de cualquier redactor. Que empiece el Tour, por favor.