La última vez que me multaron por aparcar el coche en Donostia (también creo que fue la primera) ocurrió en un día de sol y playa en el que estaba todo petado, y tras dar vueltas por aquí y por allá en busca de un miserable sitio, varios compañeros del periódico coincidimos aparcando, junto a un montón de playeros, en una zona OTA cercana a la biblioteca de la UPV y, tras meter la pasta en la maquinita, nos fuimos a currar. Ya de noche, descubrimos el multazo en cada coche. Resulta que, como en el cuento de Cenicienta en el que la carroza se convierte en calabaza, la zona azul se convertía ya a las ocho de la tarde (cuando pasa a ser gratis aparcar) en zona exclusiva de residentes sin que hubiera ninguna R pintada por allí. Era el palo perfecto, te dejo aparcar cuando se cobra y te multo cuando es gratis. Ahora, a la gente que venimos a Donostia con coche, porque no hay autobús ni topo para volver, y que tampoco nos dejan aparcar en el centro, porque es exclusivo para residentes, nos van a meter en una bolsa con autocaravanistas para que tampoco aparquemos si quiera dos horas por la noche en el Paseo Nuevo, en Ondarreta o en Sagüés, que también van a continuar recaudando por el día para convertirse en calabaza por las noches, como si acabaras allí por gusto. Y sin plantear una sola alternativa en forma de transporte público o parkings muuucho más baratos.