El ciclismo es de esos deportes en el que un profesional se retira de la competición pasados los treintaipico años, pero nunca deja de andar en bici. Así que un día cualquiera te puedes cruzar con Indurain en la carretera de Huarte a Zubiri, o con Olano subiendo Mandubia. Txomin Perurena colgó la bici en 1979 y nunca más se subió a una, hasta que en 2019 Paco Rodrigo, dueño de Etxeondo, le propuso que, ya que iba a acudir a presenciar el paso del Giro por los Dolomitas, probara a ascender el Stelvio en una bici eléctrica. Una paradoja para un tipo como Perurena, un cazatriunfos tremendo, sobre todo en llegadas que picaban precisamente para arriba. El caso es que no subió el mítico Stelvio, uno de los puertos más bonitos y duros de Europa, porque lo impidió la nieve, pero se desplazó hasta el cercano Mortirolo y se plantó en la cima con la bici eléctrica. Capaz de contar mil anécdotas, jatorra, con carisma, Perurena era de esa clase de personas que te caían bien aunque no hubieras tratado nunca con él. Sólo había que escucharle con su voz grave o leer las historias que contaba de un deporte siempre ligado a la épica, más antes que ahora, que se calcula todo al milímetro. 156 victorias de profesional están al alcance de muy pocos. Un mito.