Hay una regla no escrita muy sencilla de aplicar cuando se utilizan las redes sociales: contar hasta diez. O hasta veinte. Es muy práctica cuando lees un mensaje que te enciende. El cuerpo te pide que respondas con idéntica bilis, pero la cabeza, después de contar hasta diez, o hasta veinte, te dice que no. Que así no vas a ningún lado. Le das a la tecla de borrar. Como dice la chavalería, recoges cable, y listo. En la jungla de Twitter es fácil caer en la tentación de entrar al trapo porque se encadenan polémicas una tras otra, no hay reglas y se permite todo. Cuando recibes un vídeo como el que circuló el martes pasado tras el asesinato de Lourdes en Orio, un mínimo de responsabilidad te dice que lo tienes que enviar directamente a la papelera de reciclaje, a la trituradora, a la basura. En este caso, no sólo hay que contar hasta diez, hay que empatizar. Hay que ponerse en el lugar de los hijos, la madre, los familiares y los amigos de la víctima. Pensar qué sentirías tú si se difundiera sin control un vídeo que causa un inmenso dolor en tus personas más allegadas después de un asesinato tan horrible como el que nos ha conmocionado en los últimos días. No es tan difícil. Respeto, educación y civismo. Hay valores que priman sobre todo lo demás.