No había que ser adivino para intuir que estas elecciones iban a adquirir carácter de primera vuelta de las generales a la primera oportunidad, y la sospecha no ha tardado en confirmarse. Qué mejor recurso que el de ETA para poner en aprietos a Pedro Sánchez y reducir el debate electoral a un esquema de blanco y negro, que es lo que más conviene a la derecha-extrema-derecha. En la política actual se imponen las emociones, y los sentimientos extremos que provocan el recuerdo de los atentados son un combustible que todavía prende. La Audiencia Nacional ya ha entrado en escena, pese a que los miembros de ETA que ha incluido EH Bildu en las listas, algunos condenados por asesinato, ya tienen cumplidas todas sus penas por inhabilitación y, por lo tanto, su presencia en las planchas electorales es plenamente legal. Pero bien sabemos en Euskadi que esta no es una cuestión de legalidad. La rueda del terrorismo seguirá girando mientras se siga alimentando la idea de que la estrategia militar fue un recurso válido del que se prescindió cuando dejó de dar réditos. Es decir, una decisión utilitarista carente reflexión ética y humanitaria. Y sin una reflexión en esa línea nunca alcanzaramos del todo ese nuevo tiempo que el fin de ETA nos anunció. Y lo mismo se puede decir de los poderes del Estado y su contumacia en ignorar las torturas y, en particular, lo ocurrido con Milkel Zabalza, justificado esta semana en el Congreso con el aval presidencial al ascenso del guardia civil vinculado con su muerte.