Esta madrugada se cambia la hora, sí, aquella que decían que no íbamos a cambiar nunca más, pero ahí andan aplazando la decisión tras surgir dos equipos enfrentados, los que piden que se quede para siempre el horario de invierno (en el que anochece antes, así que te largas antes a la cama y además amanece más temprano para aprovechar la mañana) o el de verano, el que estrenamos mañana y que permite el gustazo de que siga siendo de día incluso en el primer tramo de la noche para potenciar el tardeo, aunque eso nos convierta en menos europeos porque significa que seguiremos retrasando la hora de comer, de cenar, de cerrar los comercios, del prime time de la tele... y de irnos a la cama. Ya saben, lo de siempre. Antes del cambio de hora llegará la cita con la Hora del Planeta en la que nos animan a hacer un apagón solidario de una hora (entre las 20.30 y las 21.30 horas) para ayudar a salvar este maltratado planeta que nos da cobijo, aunque me temo que cada vez más gente se suma pensando no tanto en aliviar el calentamiento global del planeta sino el calentamiento que les provoca una factura de la luz que, más que estar disparada, es disparatada. En cualquier caso, es una buena pista para aplicar el resto del año en estos tiempos de inflación: ajustar nuestros horarios a la luz del sol y desenchufar aparajetos al menos una hora al día.