Dicen que el recuerdo es el único paraíso del que no podemos ser expulsados, pero la vida sería imposible si todo se recordase, por lo que es bueno saber lo que debe olvidarse. Separar el grano de la paja, discernir lo relevante. Son días de revisión del pasado poniendo el foco en lo que ocurrió, para que no vuelva a atormentar a ninguna otra generación. Días en los que se ha hablado en Gipuzkoa de los Niños y Niñas de la Guerra Civil, nada menos que 10.000 exiliados, a quienes se homenajeará el sábado que viene en el Kursaal. El Día Europeo de las Víctimas del Terrorismo también nos recordó el sábado la necesaria reivindicación de la memoria y la reparación de los damnificados. Y aunque a la derecha más rancia de este país le parezca que sea reabrir viejas heridas que ya estaban cerradas, ayer fue Donostia la que recuperaba la memoria de 17 milicianos asesinados durante la Guerra Civil, que participaron en la defensa de la ciudad en 1936 y cuyos restos fueron descubiertos por la Sociedad de Ciencias Aranzadi en un mausoleo franquista del cementerio de Polloe. En esta sociedad de ritmo tan frenético, es precisamente la reflexión, la memoria histórica, la que nos da consciencia de dónde venimos para saber hacia a dónde vamos, evitando repetir así comportamientos errados.
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